Delincuentes sin riegos
José Miguel Cobián
Se anuncia con bombo y platillo. “13 policías municipales dados de baja por haber incurrido en actos de corrupción robo y exceso de violencia hacia los ciudadanos”. Esta es una buena noticia. Si cualquier ciudadano comete actos de corrupción, robos o exceso de violencia contra otros ciudadanos, tendrá que enfrentar un proceso penal, largo y costoso, hasta lograr una sentencia absolutoria o condenatoria. Así funciona nuestro aparato de justicia. Ah!!!!! Pero si quien comete dichos delitos, es un policía, aunque sea un humilde policía municipal, entonces la única sanción a la que se enfrenta es a su baja de la corporación.La idea no es crucificar al Lic. Nemesio Colombo, quien fue el que proporcionó la noticia, al contrario, yo considero que a él debemos de felicitarlo por su honestidad y honradez al proporcionar esta información. Yo en lo personal se lo agradezco, pues me permite explicar claramente que en este país la impunidad es un terrible cáncer, pero la impunidad de los cuerpos policíacos es doblemente grave. Analizando las causas del delito, se llega a la conclusión de que la pobreza no es una verdadera razón. El espíritu del ser humano si lo es.Siempre hay una ligera tendencia al mal entre algunos de nuestros congéneres, la cual es reprimida gracias a nuestra educación moral de origen judeo-cristiano y gracias también a la aplicación de las leyes que rigen la convivencia humana.En nuestro querido México, las leyes no se aplican. Las estadísticas indican que se denuncia apenas una pizca de los delitos que se comenten, pero además, esos delitos que son denunciados, rara vez llevan a la captura y condena de un delincuente. Así se llega a la conclusión de que sólo el 2% de los delitos que se cometen en nuestro país llevan al delincuente a purgar una condena. Este es el verdadero origen del delito, la absoluta y total impunidad con la cual los delincuentes pueden realizar sus fechorías.Ahora, si consideramos que entre los cuerpos policíacos la situación de impunidad es todavía más grave, podemos entender con mayor claridad la razón por la cual los miembros de todas las policías son tan mal visto en nuestra sociedad, ante el uso y abuso de la fuerza y poder, para lograr sus fines particulares, y no los fines de proteger y servir a la ciudadanía. En nuestro país, gracias a la impunidad, el tener un cargo y una placa se convierte en un pingüe negocio.Con la gran ventaja, de que si por la de malas, nuestro superior nos “cacha”, y no acepta una parte del botín, el peor riesgo que corremos es el de ser dados de baja, aunque antes de ello, en cuanto a las dependencias estatales y federales, siempre existe la posibilidad de ser transferidos a otra ciudad o a otro puesto, desde el cual continuar con la ola delictiva, hasta ser transferidos de nuevo o dados de baja.Es así que cuando un funcionario policiaco de cierto nivel sabe que será transferido en fecha próxima, siempre trata de sacarle el mayor jugo posible a su puesto, por lo cual, los últimos días de cada funcionario se convierten en temporada de caza de ciudadanos, que puedan cometer algún error o caer en sus garras.Aún recuerdo a un comandante de la federal de caminos con destacamento en Escárcega, quien dio la orden de no instalar ninguna señal en una zona dónde un río atravesaba la carretera, con el fin de que cualquier incauto que tuviera un accidente al cruzar esa vía de agua, enfrentara la posibilidad de ser detenido o entregar la módica “mordida”. Todo porque el comandante tenía prisa por recaudar sus últimos pesitos pues ya estaba en días de jubilarse. Y lo mismo pasa en la ministerial, que en la municipal, que en seguridad pública y en las dependencias federales. Todo porque la aplicación de las leyes en México no existe. jmce@mexico.com o50807
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