Hiroshima, mi amor
Tomás Setién Fernández El aniversario número sesenta de la masacre perpetuada por el arrojamiento de la bomba atómica sobre el territorio mártir de Hiroshima acaecido el seis de agosto de 1945, sólo vino a corraborar la terrible garra depredadora de los seres humanos volviendo polvo, en muchas ocasiones radioactivo, cualquier vestigio de vida sobre la faz de un planeta cada vez más deteriorado e inutilizado por su propios moradores.Aquella advertencia seca y mortal establecida por el propio Presidente de los Estados Unidos, en aquel tiempo Harry S. Truman, la llevaría finalmente al cabo cobijando su fatal decisión en aras de un castigo a quienes llevaron la guerra al extremo oriente, conviertiéndose a su vez en un doble verdugo de la propia humanidad, cuando a días de haber aparecido el hongo de la muerte producido por la bomba en Hiroshima, el turno de la destrucción de un sin fin de generaciones le tocó a Nagasaki, sumándose a los 140 mil muertos en el primer sitio mancillado un nuevo número dantesco y paralizante de 70 mil seres humanos destruidos y quemados sin que en varios casos se alcanzase a reconocer parte de sus rasgos corporales precisos.El cine internacional tocaría en muy contadas ocasiones el asunto de la bomba y sus derivados, surgiendo dos films considerados ya como clásicos, uno de patente francesa estableciendo el realizador Alain Resnais un verdadero poema enmedio de los recuerdos de un sitio devastado, Hiroshima mi amor, mientras que la visión del cine estadunidense ofrecería detrás de la realización del fuera de serie Stanley Kubrick, una visión apocalíptica agridulce en el film "Doctor insólito" o "cómo aprendí a no preocuparme y amar la bomba", quedando detrás del tal vez más largo título de cinta alguna en la historia misma del cine, la severa crítica a todo lo relacionado con el enfermizo poder de la nación de las barras y las estrellas amparando, protegiendo y viendo crecer su armamento al mando de esquizofrénicos y orates militares, habiendo servido la interpretación de Sterling Hayden, uno de los grandes gangsters del séptimo arte, como el modelo justo y preciso de los poderes otorgados a tipos regidos por la violencia y el poco seso, procediendo a realizar entre marchas estereofónicas la propia destrucción del mundo.Contrario a la violencia a raudales que Kubrik presentó entre risas camufleadas dentro de las intervenciones también geniales de Peter Sellers estrella de su cinta, Alain Resnai uno de los directores más inspirados galos ofreció una verdadera lección de amor en un lugar con fijo olor a muerte, carne quemada y a destrucción masiva, considerando un buen número de críticos el argumento de "Hiroshima mi amor" como una de los relatos más bellos e intensos llevando como foco a una pareja intentando vivir a plenitud, recorriendo, pisando, y oliendo los aromas de una tragedía que nunca el tiempo pudo borrar, únicamente sirviendo el amor para aminorar un dolor intenso que reaparecería a la menor provocación posible de un amargo y mortal recuerdo.Quitando esa dos exposiciones magníficas, el propio cine optaría por borrar de su memoria y de sus inmediatos y largos proyectos la visión dantesca ocurrida un seis de agosto, convirtiendo en nada a la zona de Hiroshima, cayendo la bomba nunca olvidada por la humanidad desde el fondo de las entrañas de acero del propio presidente Truman, y del bombardero Enola Gay. |
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