Saturday, August 13, 2005

Teóricos y políticos contra EZLN

Sábado 13 de agosto de 2005
Marcos Roitman Rosenmann
Teóricos y políticos contra el EZLN
Para descalificar los argumentos que a continuación voy a desarrollar se utilizarán las parrafadas chovinistas sintetizadas en el tópico: "Es un entrometido que desconoce la historia de México y un ignorante que se atreve a criticar a buena parte de los más influyentes teóricos de la academia". Un irreverente que insulta y menosprecia a nuestra elite intelectual. De esta manera manifestarán su repulsa. Todo para concluir en la irresponsabilidad que supone, hoy en día, apoyar las tesis defendidas por el EZLN y su portavoz. El único reconocimiento estará teñido de otro tópico. "Se basa en una visión romántica y trasnochada de la lucha democrática en México y en América Latina". "Sus críticas no tienen sentido de la realidad".
No crea el lector que trato de ponerme el parche antes de la herida y convenir que ya sabía lo que se venía encima. Menos aún hacer de pitoniso. Pero resulta extraño que sean los mismos teóricos e intelectuales institucionalizados que apoyaron la candidatura del PAN en 2000, los defensores a ultranza del voto útil, quienes se manifiesten hoy encolerizados contra la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y las palabras del subcomandante Marcos. No les gusta la crítica al PRD y a su número uno en las elecciones presidenciales del venidero año 2006, Andrés Manuel López Obrador. No soslayo que se han sumado otras voces, cuyas posiciones en 2000 fueron éticamente irreprochables. No se trata de dar nombres, cada cual sabe dónde estaba y qué defendía para dicha contienda presidencial.
Ya sé que resulta molesto invocar la memoria a los hoy furibundos detractores del EZLN por las críticas lanzadas hacia el PRD, según ellos, a todas luces injustas. Parecen olvidar que el PRD votó junto con el PAN y el PRI en lo referente a la ley de autonomía de los pueblos indios, traicionando los acuerdos de San Andrés. Aunque, claro está, los pueblos indios deben conformarse con aquello que les conceden los étnicamente superiores racial y culturalmente. En esta dinámica se entiende por qué los mismos que hace un lustro establecieron un diagnóstico demoledor contra el partido del sol azteca, ahora sean sus compañeros de viaje. No quisiera citar a tantos que presentaron al PRD como una organización incapaz de liderar un cambio social democrático. La alternativa, según sus análisis políticos, estaba en virar con mayor fuerza hacia la derecha. ¡Que se vaya el PRI! Cualquier cosa es mejor. Aunque sea un Hitler criollo. Fueron quienes hablaron de autoritarismo, sectarismo, falta de democracia interna y corrupción en la cúpula del PRD para desechar el apoyo a sus candidatos. Era una visión donde se presentó al PRD como una organización carente de proyecto alternativo. Los acólitos del voto de la izquierda a Fox se consagraron a la tarea de mostrar que nada sería más beneficioso para la democracia que el triunfo del PAN. Así, dieron su aval a una salida reaccionaria cuyo ejercicio del poder ha sido abiertamente despótico. Baste parafrasear a su presidente Vicente Fox cuando utilizó a Lincoln espuriamente y dijo que su gobierno era "un gobierno de los empresarios, para empresarios y con los empresarios" (sic).
Es cierto que algunos de los acólitos, dizque de izquierda, antaño defensores del voto útil, se desengañaron prontamente y lloraron su decisión como si de un desengaño amoroso se tratase. Ellos que habían jurado amor eterno a la derecha, haciéndose sus valedores y esperando ver retribuidos sus favores, sólo pudieron constatar una verdad: la derecha política los utilizó para sus objetivos y luego se deshizo de ellos, cuando no los fagocitó y cooptó. A la vergüenza del voto útil siguió la desilusión, el enfado, la desesperanza, la crítica abierta y, por último, ahora, el reconocimiento, por arte de birlibirloque de lo que hace cinco años consideraban, si no un lastre para la democracia, al menos un instrumento oxidado: el PRD no servía. Pero ahora es la alternativa, la esencia de la izquierda. Si antes adoraron al PAN ahora se postran ante el PRD. No dudo de que en este tiempo el PRD pueda haber aprendido la lección, según ellos. La propia designación de Andrés Manuel López Obrador suponía para muchos romper la barrera de Cuauhtémoc Cárdenas, para muchos un lastre en las probabilidades de triunfo del PRD. Igualmente, la talla política de López Obrador se ha multiplicado por méritos propios y desatinos del PRI y del PAN, el desafuero y su fracaso da más bríos a su postulación a las presidenciales de 2006.
Nada que objetar si sus antes detractores, hoy fervientes defensores del PRD, lo consideran la primera opción real para ganar las elecciones. Nada puede alegrarnos más que ver cómo el electorado mexicano gira en sus preferencias hacia una posición más progresista, dentro del sistema, capaz de frenar, aunque sólo sea tibiamente, las políticas neoliberales y de pérdida de soberanía nacional. Dentro del PRD hay muchas voces dignas por historia y convicción democrática, aunque sus actuales posiciones no sean precisamente hegemónicas en su dirección. Es la duda razonable y no caer en el "cuanto peor mejor". Desde luego que es diferente un gobierno del PAN que del PRI o del PRD. Nadie dice lo contrario, ni siquiera el EZLN. Sólo indican el igual comportamiento a la hora de esquilmar los derechos de los pueblos indios y su incapacidad para mantener la palabra dada. Y en esto llevan razón. Dialogaron, buscaron la negociación, firmaron y posteriormente fueron ninguneados. Terminaron pagando su credibilidad hacia una elite política sin principios y valores democráticos, amén de sin escrúpulos. ¿Qué otra visión puede tener el EZLN y la gente bien nacida? Fueron los hechos, la práctica del PRI, el PAN, el PRD, los que determinan la crítica, no han sido descalificaciones a priori, más bien lo han sido a posteriori.
Aunque falta mucho y el PRI desea recuperar su poder, tendrá difícil, salvo complicidad del IFE, el PAN y demás funcionarios, realizar un juego malabar de las dimensiones de 1988, donde alteró el resultado ungiendo ganador en detrimento de Cárdenas. Otra caída del sistema es al menos, en estos tiempos, casi imposible, aunque nunca se sabe. El PAN está rezagado en esta carrera y sus posibilidades de repetir son exiguas. Así, los aduladores del PAN lo son ahora del PRD. Oportunistas acríticos que se aprestan a defender lo indefendible. Más vale estar a bien con los futuros gobernantes. En este escenario apuestan por el caballo ganador, tal como sucediera en los anteriores comicios. Otra política es necesaria, y el EZLN la desarrolla. Bienvenido sea.

Las putas de la política

Las meretrices de la política
La Jornada, México D.F. Domingo 9 de mayo de 2004

Marcos Roitman Rosenmann

Si miembros de la elite política, gobernante o en la oposición, son capaces de renunciar a su responsabilidad de servicio público y venderse a cambio de dinero, honor o reconocimiento social, su acción no difiere de quienes comercian con su cuerpo. La disimilitud entre prostituirse y corromperse reside en el fin de la acción. La corrupción política se construye extramuros y no conlleva, en la mayoría de los casos, un beneficio personal. Son los partidos, las empresas o los gobiernos quienes se benefician de ella. Ejercer la prostitución política, en cambio, trae consigo convertirse en mercancía. Ofertarse y ser deseado, su práctica no ataca la credibilidad de instituciones y organismos donde se desarrolla. La voz del Diccionario de uso del español de María Moliner la concibe como "un empleo deshonroso de cargo o autoridad; por ejemplo, obteniendo provecho ilícito de ellos o sirviendo intereses mezquinos. Hacer alguien uso deshonroso de cualquier cosa que posee y que en sí es noble, vendiéndola o envileciéndola: prostituir su inteligencia". La prostitución política no está exenta de las reglas que posee su par, la prostitución sexual. Es, ante todo, un acto de compra y venta sometido a la lógica del mercado. Su referente es la seducción y la libido. Sólo que en este caso, el deseo no se activa con el uso de ligueros, tacones, faldas cortas, musculatura exuberante o tamaño de los miembros. Para prostituirse políticamente hay que mostrarse cínico, nihilista, falto de ética, mentiroso, plutócrata y, desde luego, no tener escrúpulos. Los reconocemos por sus actos. Se prestan para cualquier servicio, día y noche. No descansan nunca. Declaran guerras, crisis diplomáticas, comercian con su voto y renuncian voluntariamente a su dignidad a cambio de efímeros momentos de gloria. Venden al mejor postor la soberanía nacional, la memoria histórica, cualquier cosa que se les solicite. Una vez prostituidos, gozan con ser requeridos continuamente. Se consideran el o la más deseada del burdel. Por ello se vanaglorian de dar clases en universidades extranjeras a las órdenes del cabrón. Y de vez en cuando de ser el o la favorita. Pero no dejan de ser meretrices de la política. Por su singularidad las encontramos en todo el espectro ideológico. En esta sociedad donde prima la economía de mercado, el ejercicio libre profesional de prostitutas y prostitutos no puede considerarse un acto reprochable. La condena la guardamos para los casos y circunstancias donde existe violencia física y síquica. El juicio moral lo establecemos cuando se trata de trabajo esclavo y de proxenetas, donde asistimos a la degradación de hombres y mujeres, niños y niñas, destinados a satisfacer un turismo sexual para los beneficiados de un capitalismo sin fronteras. Tampoco la visión religiosa de la prostitución del cuerpo, en tanto mala conciencia que expresa el fracaso moral, es nuestro referente. La Iglesia, dirá Gonzalo Puente Ojea, "con la vinculación de conocimiento, sexo, lujuria, culpa, caída (...) ha impedido secularmente que el individuo pudiera acceder al ejercicio de una libertad integral, que tiene que comenzar por la libre disposición sobre el propio cuerpo como sustrato unitario de todas sus potencias y continuar, en conexión indisoluble, con la libre disposición sobre la propia mente, instancia fundadora de su racionalidad". La prostitución política la podemos identificar como una práctica hipócrita. Es una doble moral alejada de los principios éticos sobre los cuales se fundamenta el quehacer republicano. Prostituirse políticamente es ofertar un producto que no pertenece a la meretriz. Hablamos de bienes públicos, de riquezas naturales, de fuentes energéticas, de decisiones soberanas, de votos, de acervo cultural, de independencia. Sin embargo, para quienes deciden prostituirse en la política, nada escapa a la compra y venta. Mientras se sea ministro, diputado, senador, jefe de gobierno, puede uno jugar y dilapidar el patrimonio de un pueblo o una nación. Resulta curioso constatar que su práctica se extiende de manera generalizada, comprometiendo a una proporción no despreciable de las elites en el poder. Tampoco extraña que la prostitución política se asiente con mayor fuerza en países donde la derecha política encarna supuestas reformas y transiciones democráticas, o donde la izquierda se volatiliza perdiendo su identidad a cambio de una ayuda humanitaria o de luchar contra la corrupción. Ahora, cuando el gobierno republicano de Estados Unidos decide profundizar su política de acoso y derribo del gobierno constitucional de la república de Cuba, se apuntan nuevas y viejas meretrices que se disputan el ser la más consentida y la mejor pagada. En este despropósito y sin ningún rubor han decidido despojarse de las reticencias morales que aún guardaban y muestran su desnudez sin ambages esperando que se les llame para cumplir su trabajo. No estamos en presencia de una violación, estamos asistiendo a un alumbramiento de un orden donde se pide con fuerza el papel de sumiso y obediente. Papel que acaba con cualquier vestigio de dignidad política. Nada puede haber más abyecto en política que desear prostituirse con la finalidad de destruir una revolución como la cubana, que mas allá de errores y aciertos, ha sido ejemplo para toda América Latina. Lo más lamentable es que sea desde el gobierno del PAN, en México, de donde se esté urdiendo la trama conspiradora para este fin. Cuál es el precio que se adeuda a estas meretrices de la política sólo lo saben sus amos. Pero no cabe duda de que no se trata de una acción aislada. Una vez aceptada la condición de prostituto político, no hay límite para el ejercicio de la profesión.